Llevo el pelo corto (muy corto, "corto y limpio como el cesped"), más o menos desde los catorce años. Desde que empecé a ir al peluquero solo. Me gusta la comodidad de no tener que peinarlo y el alargar el espacio entre visitas al peluquero. O más bien me gustaba. Porque hace varios meses que no lo visito, y en estos momentos tengo el pelo más largo que nunca (tampoco es demasiado, todavía no puedo hacerme una coleta metrosexual, pero todo se andará). La verdad es que me encuentro cómodo con el pelo así. En una etapa de la vida, en la que muchos de mis amigos están perdiendo pelo, el dejármelo largo es una especie de protesta silenciosa, una reafirmación de la identidad o cualquiera de las típicas porquerías psico-sociológicas que se oyen en los debates de la radio. La verdad es que como no tengo dinero para comprarme un BMW, me dejo el pelo largo.
He notado que a las mujeres les gusta. Muchas me han dicho que estoy mejor así, los hombres en cambio, o no dicen nada o se limitan a hacer un comentario del tipo "vaya greñas" o "a ver si te cortas el pelo, hippie". Ayer vi a mi hermano, hacía un par de meses que no nos veíamos. Mi hermano es punkie y suele hacer barbaridades con su pelo. Como en estos momentos está trabajando y no puede llevar cresta, ni el pelo verde, se ha puesto unos discretos reflejos dorados sobre su color natural (castaño oscuro). Le dije que se parecía a Cañizares (portero de fútbol famoso por sus peinados), sabiendo que le iba a sentar bastante mal. El, como siempre, brillante como un arco voltáico me dijo:
-Pues tu pareces sacado de "La noche del cometa"
Que es su forma de decir que llevo el pelo al estilo de los años 80 (época que como punkie, él desprecia).
Da igual. Hubiese sido peor que me dijera que me parezco a MacGyver.
Es curioso lo de esa película. Recuerdo que cuando la vimos en su momento, nos pareció espectacular, buenísima, una película en la que había de todo (zombies, cometas, sexo blando, romance, rock and roll). Todo lo que busca un adolescente, claro.
Hace unas meses la repusieron en TV. Intenté verla. Sólo aguanté diez minutos.
martes, marzo 30, 2004
Publicado por Poncho a las 11:05
domingo, marzo 28, 2004
p ha entrado en la fase de preguntar ¿por qué? a cada cosa que se le dice. Mi primera reacción es decir "porque lo digo yo" (mierda, me he convertido en mi padre!), pero trato de recapacitar para darle alguna razón. La mayor parte de las veces no se me ocurre ninguna razón convincente, así que le doy respuestas absurdas. "porque mañana es martes", "porque no tengo una bicicleta", "porque el pijama es azul". Lo curioso es que esas respuestas le sirven.
Los niños son maravillosos...
Publicado por Poncho a las 14:07
miércoles, marzo 24, 2004
La pelota saltó la tapia del colegio y cayó a la calle. Un hombre que paseaba por la acera la atrapó antes de que se perdiese entre el tráfico. Tuvo que dar un salto y estirar los brazos, pues el bote había sido muy vivo y el balón había sido recién hinchado por el profesor de gimnasia, que, como cosa extraña se sentía agradablemente contento y había decidido dejar que los chavales jugasen un partido.
El hombre agarró el balón con las dos manos y lo miró fijamente, manteniéndolo frente a sus ojos. Era un balón de plástico, de color rojo, con un diseño que imitaba a los balones de reglamento. Estaba muy usado. Lleno de rozaduras y de marcas producidas por cientos de botas infantiles y miles de sueños de gloria que nunca llegarían a cumplirse. Olía a goma, a sudor y a hierba sucia. Aquellos olores penetraron en el cerebro del hombre con más potencia e intensidad que la más pura raya de cocaina que nunca hubiera probado. De repente había retrocedido casi cuarenta años en el tiempo, estaba en el patio de su colegio y sentía la emoción del recreo, los nervios del partido, las heridas en las rodillas y el pegajoso sudor de su ropa.
-¿Qué me ha sucedido? - pensó.
-¿Por qué no he vuelto a sentir esa sensación? Yo sólo quería ser feliz. ¿Y qué es lo único que he conseguido...?
El cerebro del hombre, automáticamente, comenzó a repasar su vida: Un montón de bienes materiales. Más dinero del que nunca había imaginado que lograría tener. Varios corazones rotos (el suyo incluido), y un hijo con el que no hablaba desde hacía años.
-No se si le gusta el fútbol. Ni siquiera se dónde está. Podría estar en este mismo colegio. - seguía pensando sin apartar la vista del balón.
-¿En qué momento me equivoqué? ¿cómo podría dar marcha atrás? ¿hay algo que pueda hacer...?
Otro hombre, intrigado por su actitud, se paró a su lado. Pensaba que aquel tipo estaba haciendo sufrir a los niños del colegio al no devolverles el balón. Se los imaginó mirando hacia arriba, al borde de la tapia, esperando que algún dios desconocido, habitante del "otro lado", les devolviese su ofrenda. Sin mediar palabra, le arrancó el balón de las manos y lo lanzó de vuelta al patio del colegio. Siguió su camino satisfecho, mientras aquel tipo tan extraño seguí inmóvil.
-Juraría que estaba llorando -iba diciendo para si-
Publicado por Poncho a las 19:51
martes, marzo 23, 2004
Debería existir una ley que obligase a quitar, inmediatamente después de las elecciones, todos los anuncios de la campaña electoral.
Esas caras de mirada penetrante y expresión autosuficiente se vuelven todavía más obscenas cuando ya no tienen sentido, tras el recuento de papeletas.
Ahí si que le vería yo utilidad a los carteles de Harry Potter en los que los personajes del anuncio se mueven y gesticulan...
Publicado por Poncho a las 20:45
domingo, marzo 21, 2004
Este mundo horrible en que vivimos ha terminado por ablandarme. Para mi disgusto me he sorprendido con un nudo en la garganta mientras veía la parte tierna de Armageddon. Y pensar que cuando la vi por vez primera me dormí antes de mitad de película...
Publicado por Poncho a las 19:33
sábado, marzo 20, 2004
Ya que lo he mencionado en el post anterior, me gustaría hacerle un pequeño homenaje a mi equipo de música. Este equipo es una de las cosas que me acompañó cuando dejé el hogar materno y ha estado conmigo la friolera de 15 años. Ha sido testigo de gran parte de mi vida y hemos compartido muchos momentos.
Hace cinco años, el lector de CDs dejó de funcionar. Lo llevé a arreglar al servicio técnico. A él le cambiaron la lente, y a mi me cobraron 15000 pesetas de entonces. En aquel momento prometí, que si se volvía a estropear, sintiéndolo mucho me desharía de él.
Hace unos meses, volvió a suceder, y pensé en jubilarlo (el año pasado me regalaron un equipo más moderno), pero soy un sentimental, así que lo desmonté y le pegué a la lente un par de tiros de lubricante pulverizado. Ha vuelto a funcionar como el primer día.
Se que es viejo, antiguo y feo. Pero le tengo mucho cariño y se oye de maravilla. Espero que me dure otros quince años.
Publicado por Poncho a las 19:25
Qué escasos son y qué poco duran los momentos perfectos. Precisamente ahora estaba teniendo uno de esos momentos y lo he interrumpido para escribir este post. Suena contradictorio, pero estaba resultando tan agradable que necesitaba compartirlo con alguien.
He estado toda la semana fuera de casa y al llegar me encuentro con que P y yo tendremos a nuestros sobrinos (C y c) en casa durante el fin de semana. Sus padres, Patty y M, están intentando arreglar su matrimonio (o su divorcio, o lo que sea) y se están dando una segunda oportunidad en forma de fin de semana (no se si romántico o no) esquiando. Además, por si fuera poco, estoy de guardia, y mi busca puede sonar en cualquier momento (espero que no) para dirigirme a Dios sabe dónde...
Pero P ha decidido irse con todos los niños, Selma y su madre a pasar la tarde fuera de casa, dejándomela para mi sólo. (Siempre la quiero mucho, pero cuando hace estas cosas la adoro). Así que he puesto un CD de Debussy en el equipo de música y he empezado a leer un libro que me apetecía desde hacía tiempo...
Maravilloso, delicioso, incomparable...
mmmm, cada vez me gustan cosas más simples.
Publicado por Poncho a las 19:15
viernes, marzo 19, 2004
P suele decirme que llevo los zapatos hechos un asco. Me obliga a comprar zapatos aunque yo esté cómodo con los que llevo. A veces consigue que me compre dos pares de una sola vez. Yo no entiendo para qué, si con un par en mi armario ya me basta.
He leido el libro ADN de James Watson, en parte para ver si el premio Nobel era capaz de dar una explicación genética a la diferencia entre hombres y mujeres ante unos zapatos. Pero no. Habla mucho acerca de ADN mitocondrial, alelos y guisantes, pero de zapatos ni una palabra.
No entiendo cómo las mujeres pueden acumular tantos zapatos a lo largo de su vida (P guarda unos que dejaron de servirle cuando tenía 14 años), algunos de ellos, pese a tener años, tienen sus suelas prácticamente nuevas, ¿por qué? ¿porque pisan flojito o porque los usan pocas veces?, yo creo que hay zapatos femeninos que tienen que sentirse tremendamente frustrados, por haber sido comprados con mucha ilusión, por una cantidad imponente para ser utilizados en sólo un par de ocasiones importantes.
En mi armario guardo un par de zapatos antiguos, los de mi boda. Aunque ya los he utilizado unas cuantas veces (básicamente cada vez que voy a una boda). También hay un par de zapatos nuevos, los que pondré cuando los que llevo en estos momentos no resistan más.
Quizá P tiene razón. Mis zapatos se gastan rápido, porque camino bastante, tengo unos pies tipo barca y cuando estoy cómodo con un par de zapatos, sólo utilizo ese par. Pero creo que no se da cuenta de que los zapatos son como la vida. Al principio brillan pero molestan, y cuando te acostumbras y te sientes cómodo con ellos hay que tirarlos.
Publicado por Poncho a las 17:48
jueves, marzo 18, 2004
Habría que meter en la lista de criminales más buscados a la persona (por llamarle algo) que hizo el café que me tomé esta mañana.
Publicado por Poncho a las 14:11
miércoles, marzo 17, 2004
La diferencia que hay entre cocinar con vitrocerámica y cocinar con gas, es la misma que hay entre conducir un coche automático y uno con cambio manual. La vitrocerámica es más cómoda, pero el gas es más divertido.
Y yo me pregunto: ¿es que el progreso es aburrido?
Publicado por Poncho a las 22:03
martes, marzo 16, 2004
Hoy me gustaría comentar uno de los aspectos oscuros del matrimonio. Al menos en mi caso. Quiero decir que ha aparecido tras casarme, pero probablemente el matrimonio no sea una condición necesaria para que esto ocurra. Supongo que también se podrá dar en cualquier relación de convivencia.
El asunto al que me refiero es que aparte de convertirte en marido, pareja-oficial, compañero legal, etcétera, te conviertes en una mula de carga.
Quiero dejar claro, que esto no tiene nada que ver con la pareja que tengas. Es algo independiente, que llega poco a poco, sin darte cuenta.
Llegará un día en el que estés porteando alguna de las cargas que comentaré a continuación y pensarás: "Pero qué ha pasado. Si antes, yo hacía este mismo recorrido con las manos en los bolsillos..."
El proceso es más o menos como sigue.
Suele comenzar con la emancipación, es decir, cuando te vas del hogar famililar (sí, algunos imbéciles lo hemos hecho) para vivir solo o con tu pareja. Tu madre aprovechará para deshacerse de cantidad de cosas que le molestan (tus cosas) para poder convertir tu antigua habitación en una sala de costura, habitación de invitados, salón de juegos o lo que sea que se le ocurra.
Para facilitarte las cosas, tu madre lo habrá metido todo en cajas de cartón. Tú, al ver el volumen de dichas cajas habrás pensado: "Vida nueva, cosas nuevas. Se va todo a la basura". Pero no. Serás incapaz de deshacerte de la mayor parte de esas cosas que has acumulado durante tu vida porque son im-pres-cin-di-bles. Además, como en tu casa habrá sitio de sobra...
Tu carrera de porteador ha comenzado. Ya no tienes vuelta atrás. Es probable, que además, tengas que hacer lo mismo con las cosas de tu pareja. Da igual, estás muy contento porque al fin y al cabo esto es algo emocionante.
Por cierto, cuando hayas metido en tu casa todas las cajas, verás que no tienes tanto sitio como pensabas y que realmente puedes prescindir de muchas cosas, por lo que es probable que vuelvas a portear las cajas, esta vez con dirección al contenedor de basura.
Las vacaciones nunca volverán a ser lo mismo. Antes te ibas con una ligera bolsa en la que llevabas unos cuantos calzoncillos y calcetines y ahora llevas una maleta que a duras penas entra en el maletero del coche (a mi me han rechazado en algún taxi por el tamaño de la maleta). Mientras la arrastras (las que tienen ruedas son más cómodas, pero ojo con las cuestas abajo), te preguntas cómo puede pesar tanto si sólo hemos metido lo indispensable. Y es que ya estás metido completamente en tu nuevo papel de mula de carga.
Este papel tiene un momento importante cuando nace tu primer hijo, porque las posibilidades de hacer de mula se incrementan considerablemente. Nada, pero nada en el mundo, puede mover más bultos que un bebé. Olvídate de ir a la playa con una toalla y unas chanclas o a la piscina sólo con el bañador. De eso nada. Tendrás que llevar cunas portátiles, bolsas con ropa, meriendas, biberones, pañales, cremas, medicamentos, el coche del bebe o la sillita. Y adivina quien lo va a portear... Y no te digo nada si el bebé se va de fin de semana con los abuelos para que descanseis. ¿Descansar? Eso es lo que te va a hacer falta después de trasladar toda la impedimenta del bebé. Y piensa, que el domingo hay que traerla de vuelta.
Estate atento, porque cualquier factor aparentemente inofensivo puede convertirse en una nueva carga. Literalmente hablando, claro.
Por ejemplo:
¿Un cachorro de cocker spaniel?
No. Un saco de catorce kilos de comida dietética cada dos meses.
Adoro esos supermercados que por una módica cantidad te llevan tus compras a casa, eso si que es un gran logro de la civilización. Pero curiosamente siempre tendrás que acabar llendo a uno que no lo hace, o que queda tan cerca de tu casa que te da vergüenza encargar el transporte, con lo que estarás arrastrando por la calle un montón de bolsas de plástico que poco a poco te destrozan las manos, mientras tu intentas aparentar que no pasa nada, que lo haces todos los días y que podrías cargar con otra docena de bolsas más. Cuando llegas (de milagro) al semáforo, apoyas las bolsas en el suelo y te miras las manos, normalmente con una expresión de horror al ver los macrosurcos que te están haciendo las bolsas. Es en ese momento cuando pienso:
"Soy una puta mula de carga. Soy la puta mula de carga"
Publicado por Poncho a las 21:36
lunes, marzo 15, 2004
El puntito es La Tierra vista desde la superficie de Marte.
¿No lo ves? Haz click en la imagen.
¿No da que pensar lo insignificantes que somos?
Publicado por Poncho a las 23:14
Han sido cuatro días extraños. Vividos con el llanto a flor de piel y con la rabia contenida.
Cuatro días sin saber qué decir, sin saber qué pensar. Deseando una explicación que no existe, buscándole sentido al absurdo. Sin poder olvidar ni un sólo momento el horror, el horror...
Ni el viaje a Valladolid del viernes y los cinco minutos de paro a mediodía, compartiendo el dolor con personas a las gue nunca había visto. Ni los abrazos de p cuando le di el beso de buenas noches y ella se resistió a soltarme. Ni las caricias de P cuando hicimos el amor el domingo por la mañana. No pude olvidar ni un solo momento los cuerpos amputados, las vidas destrozadas, la desesperación de los que quedaron, cuyas vidas nunca volverán a ser iguales.
Mientras aguardaba en la cola, camino de la urna en la que depositaría por primera vez en mi vida una papeleta electoral, me esforzaba en tener la mente en blanco, me esforzaba para que mis pensamientos no volvieran, una y otra vez, a recordarme el dolor del Absurdo.
No me importaban las mentiras del gobierno, ni me alegró que perdiesen las elecciones dándonos un atisbo de esperanza que inevitablemente nos defraudará una vez más.
He guardado los periódicos de estos días. En ellos se publica, por cada una de las víctimas, una pequeña semblanza, una foto y unas líneas que tratan de contarnos quiénes fueron, qué les gustaba, qué sueños tenían...
Los guardo porque algún día los leeré. Ahora no puedo. Las lágrimas no me dejan ver las líneas, el dolor que siento impide que comprenda las palabras. Pero sé que debo leerlos, porque cualquiera de ellos podría haber sido yo. Podrías haber sido tú.
Estoy en Madrid. He llegado hoy, y seguramente serán imaginaciones mías, pero he notado que la ciudad está más silenciosa, como si el aire fuese más denso y los sonidos llegasen amortiguados. O tal vez sea que tenemos miedo de escuchar otra explosión, de que el horror comience de nuevo.
Publicado por Poncho a las 21:01
jueves, marzo 11, 2004
No lo entiendo,
nadie lo entiende,
ni siquiera ellos.
¿por qué?
¿para qué?
Publicado por Poncho a las 09:52
martes, marzo 09, 2004
Juan Diego del Tatuaje Falso nos regala, una vez más, un post genial en el que ataca el tema de las aficiones y la falta de constancia.
Una de las aficiones más típicas, asequibles y extendidas es el coleccionismo. Se puede coleccionar prácticamente cualquier cosa, desde tapones de botellas de gaseosa a coches Bentley de la década de 1920. Evidentemente, los objetos de cada colección tienen sustanciales diferencias, pero el coleccionista, sus deseos y sus manías son los mismos independientemente de la colección.
Durante un tiempo estuve preocupado porque yo jamás he coleccionado nada (salvo algún album de cromos cuando era chico), mientras veía que de todos mis amigos y conocidos, quien más y quien menos colecciona o ha coleccionado algo.
Por ejemplo, mi amiga A (mi compañera de salidas metrosexuales) realiza una curiosa colección: Colecciona colecciones.
Su casa es una exposición permanente de diferentes colecciones: pins, latas de cerveza, tapones de refresco, grabados japoneses, vitolas de puros, libros de arquitectura de Madrid, fotos, recortes de prensa. Seguramente, desde la última vez que la he visto ha aumentado su colección de colecciones.
La cuestión es que siempre me he sentido atraido por las colecciones, pero nunca he ejercido. Como digo, esto llegó a preocuparme. ¿Por qué no iba yo a poder disfrutar de un entretenimiento tan inofensivo como agradable?
He pensado bastante acerca de esto y creo que le he encontrado una explicación.
Nunca empiezo una colección, porque existe una especie de bloqueo mental inconsciente que me lo impide. Pero ¿cuál es el motivo de este bloqueo?
El motivo es que tengo un espíritu coleccionista tan poderoso, que la simple idea de no poder completar la colección me impide comenzarla. Suena absurdo, pero es la realidad. Seguramente habrá alguna explicación psicoanalítica que tenga sus raíces en mi infancia, pero no me siento con ánimos para buscarla.
Publicado por Poncho a las 13:33
lunes, marzo 08, 2004
Ya me molesta bastante que el estado me obligue a tener un Documento Nacional de Identidad, que no es otra cosa que una ficha policial. Pero que además tenga gue pagar (6.31€ importe exacto, por favor) para renovarlo es algo que hace que me rechinen los dientes. Si fuese abogado me plantearía pasarle a la administración la factura del dentista, pero como, a Dios gracias, no lo soy, me limitaré a patalear, que al fin y al cabo es el motivo por el que comencé a escribir esta página.
Hasta hace poco, en el mundo anglosajón, la idea de un documento de identidad personal era impensable: ¿por qué alguien iba a dudar de la palabra de otra persona? ¿es qué ya no se respeta la palabra de un caballero (o una dama)?
En el Reino Unido, se cancelaron todas las tarjetas de identidad al término de la Segunda Guerra Mundial, ahora, tras el resurgir del terrorismo islámico, están empezando a planterase el volver a implantar las tarjetas de identidad.
Pero en España...
En España casi nacemos con el DNI en los dientes, te lo piden para todo: trámites administrativos, compras con tarjeta de crédito, registro en hoteles. Ya estamos acostumbrados y no le damos importancia, pero si te paras a pensarlo, es como si estuvieran presuponiendo tu culpabilidad: "Este cabrón no es quien dice ser y quiere timarme, así que voy a comprobarlo..."
En EEUU, lo más parecido a una tarjeta de identidad es el permiso de conducir. Para abrir una cuenta bancaria necesitas poco más que una dirección y un número de teléfono. Y me pregunto: ¿son más pobres o son robados con más frecuencia los bancos yanquis que los españoles? Evidentemente no.
Quizás la obligatoriedad del DNI en España esté justificada, ya que el timo y el robo es una especie de deporte nacional, pero sigue pareciéndome humillante.
Por cierto, los 6.31€ los he pagado con un billete de 50 (estúpida venganza)
Publicado por Poncho a las 18:39
domingo, marzo 07, 2004
He oido en la radio una entrevista con los Estopa en la que uno de los hermanos, refiriéndose a las letras de sus canciones, ha utilizado las palabras etimología y aliteración. No se que pensará su agente acerca de que con eso hayan arruinado su imagen de chicos de barrio. Aunque supongo que lo han hecho porque saben que sus fans típicos no estarían escuchando ese programa (Radio Nacional, domingo 10:00AM)
También he escuchado la bella versión que Sole Jimenez (cantante de Presuntos Implicados) hace de "La estatua del jardín botánico", sin duda mucho más interesante que la perpetrada por el siempre excesivo Bunbury.
No es porque sea la canción que marcó un antes y un después en el pop español, ni porque cada día eche más de menos a Radio Futura, ni siquiera porque de esa canción salga el nombre de esta página. Simplemente es una de las canciones más hermosas y enigmáticas que se han escrito. Los que no la conoceis buscadla, los que la conoceis volved a oirla y disfrutad.
Publicado por Poncho a las 21:59
Hay actores que nunca llegan a ser superstars, pero que se hinchan a hacer películas. Ahora mismo estoy viendo simultáneamente (sí, además estoy escribiendo este post y leyendo un libro) tres películas en las que sale Timothy Hutton:
AXN: The falcon and the snowman (con Sean Penn)
TCM: Beautiful Girls (con Matt Dillon)
Fox: The dark half (con él mismo)
Se que parece un plan bastante patético para un sábado noche, pero creedme, se llega una edad en la que la vida ya no se limita a fiesta, copas y excesos...
O sí, pero ahora la fiesta es privada (P y yo), el whisky es de malta, y los excesos son una cena de lujo para dos y algo que quedará entre nosotros.
Publicado por Poncho a las 01:02
sábado, marzo 06, 2004
Siempre me ha gustado escuchar la radio. Recuerdo con cariño los programas que acompañaban mis horas de estudio, casi siempre por la noche. Mis favoritos eran aquellos que no tenían más que un locutor de agradable voz, cientos de discos, casi todos antiguos, casi todos románticos; y largos monólogos que hablaban de sentimientos compartidos por todos los escuchantes nocturnos. De vez en cuando recibían llamadas en las que seres noctámbulos contaban sus penas, casi todos eran insomnes, estudiantes, taxistas, camioneros, prostitutas, vigilantes...
¡Cuantas almas gemelas habré dejado pasar por no haber podido entrar en antena!
En una época en que todavía no sabía qué iba a hacer con mi vida, pensaba, que "cuando fuese mayor", me encantaría poder hacer uno de esos programas, en los que pondría la música que me gusta, contaría mis cuentos y hablaría con gente desconocida que sin embargo tendría mucho en común conmigo.
Todavía no he tenido la oportunidad de hablar por la radio, así que tengo que conformarme con hacer un programa escrito y off-line. Pero creedme, cada vez me gusta más. Porque el blogging me ha dado la oportunidad de encontrar otros "programas" que me gustan todavía más que el mío.
Publicado por Poncho a las 18:17
viernes, marzo 05, 2004
Cuando colgaste, me quedé escuchado. Tres pares de pitidos y después el silencio. Mantuve el teléfono junto a mi oreja, sin atreverme a moverlo, disimulando, como si todavía me hablaras. Creo que incluso asentía con la cabeza para engañar a cualquiera que me mirase. Dándote la razón que otras veces te niego. Pensando en que podría haber dicho aquella palabra, o que podría haberme callado en aquel momento.
Temía separame del teléfono, por miedo a quedarme totalmente solo. Lo último que había oido de tu voz, todavía retumbaba entre los cartílagos de mi oreja y los botones de goma del móvil. Y quería conservarlo. Quería seguir oyéndo tu última palabra durante el resto de mi vida, pues ¿No es mejor oir algo que no quieres a no poder oir nada?
Después de unos minutos supe que no podría seguir así demasiado tiempo. La gente empezaría a sospechar. Debería decir algo, pero las palabras no salían de mi garganta. Tenía miedo de que se perdiesen en el aire. ¿Qué sentido tenía decir algo que tu no podrías escuchar?
Finalmente bajé el brazo. El aire frío entró por mi oido, limpiando dolorosamente los últimos restos que me quedaban de ti. Di media vuelta y me senté en una butaca del hall. Puse el teléfono encima de la mesita y comencé a mirarlo. Deseando con todas mis fuerzas que sonase, me daba igual quien fuese. Porque yo haría que fueses tu. Sólo quería una llamada, para poder responderla y simular durante unos pocos minutos más, que todavía hablaba contigo.
Publicado por Poncho a las 19:20
jueves, marzo 04, 2004
Cenar solo es triste. Pero todavía lo es más, el no tener a nadie con quien desayunar.
Hoy he hablado por teléfono con p. Oir su vocecita por el auricular diciendo: "¿papi?, ¿papi?" me ha puesto un nudo en el estómago que todavía me dura.
Cada vez le veo menos sentido a vivir tal como lo hacemos. Nos hemos equivocado en algo al plantear el funcionamiento de esta sociedad y es demasiado tarde para rectificarlo.
¿Qué sentido tiene trabajar para sobrevivir renunciando a las cosas que son verdaderamente importantes?
¿En cuántos euros está valorada la sonrisa de una niña pequeña?
Le he comprado un regalo a mi suegra. Es un dedal para su colección, con la cara de la futura reina Letizia (a la cual odia). Me encantará ver su cara (la de mi suegra) cuando se lo dé. Estas son las cosas que hacemos los yernos.
¿Cómo podiamos vivir sin teléfono móvil?
Entre las monedas que me ha devuelto la máquina de café había una moneda de 10 céntimos de euro de Finlandia.
Hoy estoy cansado.
Publicado por Poncho a las 00:59
miércoles, marzo 03, 2004
Hoy he visto, en el jardin del edificio donde tengo el curso, una hilera de orugas de más de un metro de largo. La formaban unas cuentas decenas de bichos, y reptaban por el empedrado como si estuviesen convencidas del lugar al que iban, aunque yo estoy seguro de que se limitaban a seguir a la oruga de cabeza. Algunos de mis codiscípulos comenzaron a hacer aspavientos y a emitir exclamaciones de asco. Mientras yo pensaba en lo mucho que nos parecemos los humanos que todos los días vamos a trabajar como si estuviésemos siguiendo a una oruga que no vemos.
Publicado por Poncho a las 01:19
martes, marzo 02, 2004
El lugar donde estoy recibiendo un curso durante esta semana, tiene varias aulas con nombres de escritores españoles. Está la sala Cervantes, la Quevedo, la Góngora. A mi me ha tocado la LopeZ de Vega
:O
Espero que sea la luz de esa sala, pero hoy me he fijado en que mi piel ha adquirido un curioso tono amarillento. ¿Será debido a la salsa agridulce de la Casa de Bambú? No lo creo, llevo casi dos semanas sin probarla...
Publicado por Poncho a las 00:16
Al final resultó que "Lost in translation" me ha gustado mucho. Ya se que había dicho que sólo me había parecido pasable. Pero desde entonces no consigo quitármela de la cabeza: Los ojos de Charlotte cuando mira el paisaje de Tokio desde la ventana del hotel, el gesto de Bob cuando piensa en lo que se ha convertido su vida, la soledad que ambos sienten en una de las ciudades más pobladas del mundo.
Yo he entendido la película desde el punto de vista del personaje masculino. Supongo que es inevitable, dado mi sexo y que estoy empezando una etapa de la vida que está más cercana a Bob que a Charlotte. Entiendo perfectamente lo que siente el personaje. Cuántas veces me he sentido solo en una fiesta, cuántas veces he tenido pánico pensando en el futuro, en lo sencillo que es equivocarse o fallar.
Me encantaría poder ver la película desde el otro punto de vista. ¿Qué piensa Charlotte?.
Al margen de su sexo, debería poder sentir algo parecido. No hace tanto que tuve su edad. Hubo un tiempo en que no sabía que quería hacer, no sabía que iba a hacer con mi vida, y también eso me preocupaba, pero no puedo recordar con nitidez cuáles eran mis sentimientos de entonces. Sólo tengo un vago recuerdo de desazón.
¿Hubiesen sentido lo mismo si en vez de en Tokio se hubiesen conocido en un hotel de San Francisco? No lo creo. Por lo tanto, ¿es un sentimiento auténtico? o un mero resultado de las circunstancias.
¿Importa?
No lo se. Pero la verdad es que esa historia me ha llegado muy adentro y ha pasado a formar parte de mi, porque por si no lo sabíais, las personas somos un tapiz hecho de historias, algunas contadas, algunas inventadas y otras que todavía no nos hemos ni imaginado.
Por cierto, ¿dónde están esos caballeros bogoteños? (¿o bogotanos?), mi amiga Olavia quiere ir al cine y no tiene quien la invite. Chicos, a ver si os estirais...
Porque no hay un puente aereo Madrid-Bogotá, que si no...
Publicado por Poncho a las 00:04