Lo mejor de mi semana en Madrid fue la cena del martes. Salí con unos amigos (M y F), nos metimos en el coche sin saber a dónde ir. Tras cinco minutos de discusión, M propuso ir al restaurante de comida rápida de Ferrán Adriá. Nos pareció buena idea, pero ninguno de nosotros sabía dónde quedaba. Sabíamos que estaba cerca de un hotel... Meliá, ¿o era un NH? Como no era cuestión de comenzar a vagar por la ciudad, decidimos hacer las cosas bien y llamamos a uno de esos servicios de información telefónica.
-¿Que cómo se llama el restaurante?... Fast Good (o algo parecido).
-Ningún problema, la dirección es Padre Damián 23
-Muchas gracias...(cuelga el teléfono) ¿pero dónde coño es esa calle?
Por suerte, F es un tipo de recursos, y propuso parar en una gasolinera. Yo pensé que para preguntar, valdría cualquier sitio, pero él tenía otros planes.
Paramos en la gasolinera, bajamos del coche y F entró en la tienda. Se dirigió al expositor de planos y mapas, y allí, sin cortarse un duro, abrió un callejero de Madrid y buscó la calle. Nadie le dijo nada!
La cuestión es que está muy cerquita del Bernabeu, en el Eurobuilding. Así que para allá nos dirigimos.
El local es agradable, con decoración moderna. Tiene un expositor en el que puedes escoger ensaladas, bebidas (tienen botellitas de vino para una persona) y macedonias de fruta. También tiene una barra en la que puedes pedir el resto de comidas y el plato del día, que fue lo que yo me comí. Aquél día, el plato eran huevos fritos con patatas y paletilla ibérica. Las patatas muy bien fritas, los huevos con puntilla y la paletilla excepcional. Todo por 7,20 euros.
Bastante bien, para ser Madrid..., y muchísimo mejor que la comida de aquel día, que había sido un espantoso bocadillo del Pan's and company comido de mala manera en el Metro.
sábado, octubre 23, 2004
Publicado por Poncho a las 02:09
martes, octubre 19, 2004
Es curioso cómo funciona la mente humana. Años viendo la promoción, estreno y reposición de esos engendros de películas que son "Los angeles de Charlie" y nada. Pero veo un programa de humor en el que hacen una parodia de los ángeles originales (Kate, Farrah y Jaclyn... mi favorita era Jaclyn) y de repente llegan a mi cabeza cantidad de estímulos recordándome aquella emblemática serie. Porque "Los ángeles..." tenía la mezcla perfecta de acción, humor y sexo que un preadolescente (qué coño! un niño) de finales de los setenta podía desear.Y entre todos los recuerdos, un capítulo que me marcó especialmente. Era un episodio en el que Los ángeles entraban en prisión, camufladas como delincuentes comunes, con el fin de destapar una trama de corrupción y prostitución dentro de la prisión. Soberbio. Una carcel de mujeres, en la que las prisioneras, nada más llegar, eran desnudadas, registradas y duchadas. Eso sí, sin mostrar un centímetro cuadrado de piel más de lo necesario. Cuántos sueños eróticos habré tenido a cuenta de aquel capítulo, de hecho, muchos años después cuando tuve edad para ver películas eróticas (qué coño! pornográficas), siempre me atraían las películas de tema carcelario, pero nunca encontré ninguna que me provocase más que aquél capítulo.
Por si fuera poco, aquel épico episodio tenía una co-protagonista que años después se hizo famosa, muy famosa. Mis amigos pensaba que les estaba vacilando cuando les decía que yo, a aquella tía que salía en 9 semanas y media la había visto en Los ángeles de Charlie!
Publicado por Poncho a las 01:20
viernes, octubre 15, 2004
Tengo el ánimo más bajo que el tupé de Torrebruno. Ultimamente me acuerdo de muchas cosas de mi infancia. La mayor parte de las veces las recuerdo con tristeza, y algunas, me obligo a parar y no seguir recordando, porque de repente tengo miedo de seguir por un camino determinado. Tengo miedo a recordar, pero no se el qué.
Hace dos días, murió mi bisabuela. Ya tenía 100 años, y nunca había tenido demasiado trato con ella, pero siempre estaba ahí. Era como una presencia eterna para toda la familia. Ella nos había visto nacer a todos, y se recordaba cosas que nadie más alcanzaba. En los últimos años, una de sus mayores alegrías era ver a p. Siempre le gustaron los niños, jugar con ellos y provocarles. Pero creo que nunca había estado tan entusiasmada con un pequeño como lo estuvo con p.
En el velatorio, aguanté mucho mejor de lo que pensaba. Pese a la presencia del ataud tras un cristal, las personas que no conocía y los trajes de luto de la familia. Aguanté bastante bien hasta que vi la esquela, donde vi una palabra que me dejó impresionado. En el párrafo donde dice que la familia no te olvida... "...nietos, biznietos, tataranieta y demás familia."
Me impresionó ver la palabra tataranieta y darme cuenta de que se refiere a p. ¿Por qué mi pequeña tiene que salir nombrada en un papel tan macabro?
La vida es una mierda, pero es lo único que tenemos. Cómo no voy a estar deprimido...
Publicado por Poncho a las 10:59
viernes, octubre 08, 2004
Cada vez aprecio más los viernes.
Hoy el trabajo no ha ido del todo mal.
El avión casi sale en hora.
Me han dicho que tendré que trabajar mañana, pero será poco, espero. (Es horrible, ya no me extraña nada de este trabajo)
Como es un día señalado (inicio de puente), el aeropuerto estaba hasta arriba, y mi billete, oh sorpresa, tuvo que ser en clase Business, lo cual me ha permitido retomar una vieja costumbre de cuando Iberia ofrecía bebidas a los meros turistas. Me he bebido de un tirón una mini botella de Ribera del Duero que me ha causado tal estado de euforia, que la aproximación al aeropuerto, que siempre se hace inclinando el avión demasiado para mi gusto y entre desagradables turbulencias, casi resultó divertida.
P está preciosa.
p está encantadora.
Tengo una familia increible, y me acabo de tomar un whisky.
Buenas noches...
Publicado por Poncho a las 23:36
miércoles, octubre 06, 2004
Me pregunto cuándo me dará alguna alegría este trabajo...
La barriga de P sigue creciendo y, aunque se encuentra un poco pachucha, está preciosa!
p va encantada al colegio. Ya ha comenzado a ir por la tarde, lo ha tomado con ganas, y va contentísima.
Y yo me paso la mayor parte del tiempo fuera de casa, lo cual contribuye a deteriorar mi estado de ánimo.
He tratado de analizar friamente qué es lo que me pasa, y creo que tras todos los problemas laborales, lo que realmente me preocupa es estar perdiéndome algo tan bonito. Cada segundo que paso con ellas no tiene precio, por eso me siento tan mal cuando me lo niegan.
En fin, peor están en Osetia del norte (o del sur)
Por otra parte, no se si serán los nervios del trabajo que me atacan al estómago, o que tengo un embarazo histérico, porque vomito todas las mañanas (hoy en el aeropuerto).
Por cierto, he compartido fila de asiento en el avión con una monja, la cual se ha adueñado completamente del apoyabrazos y no me ha dejado apoyar ni la puntita del codo en todo el viaje. Siempre he pensado que muchas monjas, amparándose en su special status, son bastante maleducadas...
Publicado por Poncho a las 17:42