Cuando pienso en los años de universidad, una de las primeras cosas que me vienen a la cabeza son las infinitas noches de estudio. Jornadas que comenzaban hacia medianoche y se prolongaban hasta las cuatro o cinco de la mañana. Digamos que en aquella época yo no madrugaba demasiado y no tenía mucho trato con mi familia. La verdad es que lo recuerdo con cariño y algo de nostalgia. Invariablemente unidas al café, los apuntes y el zumbido del ordenador, recuerdo dos voces. Una de ellas la de la conocidísima Gemma Nierga, que en aquella época hacía el programa (que todavía existe) "Hablar por hablar". La otra, menos conocida, pero, para mí, aún más entrañable, era la de Juan Antonio Cebrían, que entonces dirigía el fabuloso "Turno de noche". Su voz, optimista y amable, era un aliciente (de los pocos) que me animaba a empezar la jornada de estudio y que hizo que le tuviera un cariño especial. Al volver a la vida diurna dejé de escucharlo con asiduidad, pero de vez en cuando le oía en alguna entrevista o colaboración con otro programa. Era como encontrarse con un viejo amigo. Hoy he visto su cara por primera vez. En un periódico que nunca leo. En la foto de su obituario. Un infarto traidor se lo ha llevado sin avisar, sin darle tiempo a despedirse. Estoy triste y angustiado. Sólo tenía seis años más que yo.
La vida es una serpiente cruel y traicionera.
jueves, octubre 25, 2007
Publicado por Poncho a las 13:41
Etiquetas: gritos en el desierto