viernes, agosto 20, 2004

Ha faltado esto, qué digo esto, Mucho, muchísimo menos para hacerme olvidar el cansancio de la semana fuera de casa y convertirme en una persona completamente realizada, porque, queridos amigos, hoy he logrado el objetivo por el que secretamente, hace cinco años, acepté venir a trabajar a Madrid. Ha costado, pero hoy la he visto. He visto a Yola Berrocal. Y eso que el momento no ha sido completo porque se me ha escapado sin firmar un autografo. La culpa la ha tenido la costumbre que tienen los famosos de estar continuamente hablando por el móvil. Bueno, eso y que un servidor puede ser muy fan, pero ante todo es educado, y antes defradudado hasta la muerte que interrumpir una conversación ajena. Y mira que lo tenía todo preparado: el bolígrafo, una tarjeta de la empresa (para firmar por detrás) y la frase: "pon para Poncho, por favor, me llamo X, pero todos me llaman Poncho".
Ha sido en el aeroppuerto. Allí estuve, rondando durante 10 minutos la puerta E69 (cuál si no) destino Alicante, esperando a ver si dejaba el móvil, pero nada, no hubo manera, se me escapó viva, como se dice vulgarmente.
Pero yo a Yola se lo perdono todo, porque la admiro y porque estoy convencido de que ha engañado a todo un país, y que tras su espectacular apariencia se esconde un intelecto superdotado que ella se empeña en ocultar celosamente en aras del triunfo famosil.