jueves, diciembre 30, 2004

Otra vez. Otra vez vuelvo a estar metido en plena vorágine de compras. Mira que todos los años digo: "el año que viene haré las compras de Reyes en Junio". Pero nada, siempre lo dejo para última hora. Y encima este año, con P enclaustrada, se me ha caido todo encima. Por ejemplo; ayer recibí el encargo de comprar el regalo para mi sobrina P (Esto de los nombres empieza a ser complicado. Llamémosla sP). Parecía fácil. Sólo tenía que comprar un muñeco llamado Jagget... Pero... tenía que asegurarme de que era un Jagget niña. Así que me fuí al centro comercial (que en estas fechas es para verlo por la cantidad de gente que hay).
Tercer pasillo, juguetes. Estantería de la derecha, niñas. Bratzs (que eran lo más el año pasado), Barbies y demás cursiladas. Allí están. Además de oferta. A 24.99 ? (?!).
Tras un detallado examen, confirmo que sólo tienen un modelo. El engendro en cuestión se llama Toky-Oh, pero no tengo ni puta idea de si se trata de un niño o una niña. Juzgad vosotros mismos:



Así que antes de arriesgarme a comprarlo, que sea niño, y tener una tremenda pelotera con sP (que tiene su caracter), llamo a P y le digo que me verifique en el catálogo el sexo, si lo tiene (el sexo, no el catálogo), P tampoco está muy segura, así que ante la duda lo buscaremos (lo buscaré) en otro sitio.
La otra opción es comprar el bicho este y ponerle un lazo en la cabeza. ¿no?

martes, diciembre 28, 2004

Ayer, P preparó la canastilla. Está muy preocupada porque el parto se adelante, y cuenta los días que van pasando para llegar a la zona de seguridad (todavía faltan cuatro semanas).
La canastilla es como una singularidad del espacio-tiempo, pero aplicada a la vida humana: En la canastilla se meten todos los enseres y accesorios que van a necesitar una vida que comienza, y otra que debe continuar tras un "periodo especial". En la canastilla se mezcla lo práctico con lo banal. Las zapatillas de plumas con los saca-leches. Una vida tendrá su punto cero, la otra marcará aquel momento como uno de los más importantes y que recordará para siempre.
Quizá, no es más que un reflejo de lo que es nuestra vida: Una trivialidad con momentos de profunda trascendencia.

martes, diciembre 21, 2004

Hoy hemos tenido nuestra primera crisis de embarazo. P no se encontraba muy bien, tenía un extraño dolor en el vientre, así que ante la duda fuimos al médico. Media hora de monitores y una exploración. El bebé está bien, pero la mamá no tanto. Así que le han recetado reposo. Empezamos mal, mañana p tiene fiesta en el colegio y yo estaré todo el día fuera. Por suerte, de momento, la familia se está portando. Las abuelas se turnarán con su nieta, Patty se ocupará de K y todo el mundo se ofrece para echarnos una mano.
Estoy relativamente tranquilo, pero no pude dejar de sentir una punzada de algo (¿miedo?) cuando el médico definió qué es eso del reposo: más horas de cama o sofá, no hacer esfuerzos y nada de relaciones... Mi lado juguetón sopesó preguntar a qué tipo de relaciones se refería, pero creo que los ginecólogos no se distinguen por su sentido del humor.

sábado, diciembre 18, 2004

Durante la vida, tienes que aprender a adaptarte a cambios inevitables: un trabajo nuevo, una pareja diferente, hijos, accidentes, desgracias variadas, muerte, guerras, comunidades de vecinos...
Muchas veces, el éxito en algunos aspectos de la vida, depende de la capacidad que tengamos para adaptarnos a los nuevos entornos. No es fácil, pero es algo que se aprende con el tiempo. Y es que nos estamos entrenando en ello desde que nacemos: el destete, el primer día de colegio, la primera noche fuera de casa...
Pero también hay cambios menores. Cambios que se limitan a modificar la rutina adquirida a lo largo de los años. Y no por ser menores son menos traumáticos.
Recuerdo que cuando estudiaba EGB, durante el tiempo de recreo, los niños de mi clase (y de las clases de al lado) jugábamos al fútbol. El fútbol, hasta el cuarto curso, consistía en una veintena de crios pegándole patadas al balón sin importar la dirección o resultado. En mi colegio, había dos espacios habilitados para jugar al fútbol. Uno era una cancha de futbito medio decente, que los niños del ciclo inferior (de primero a cuarto) compartíamos en los recreos. El otro espacio era conocido como 'El barrizal', una franja de terreno arcilloso, delimitada por un muro de piedra (una de las bandas) y una verja herrumbrosa (la otra banda), que separaba el terreno de juego de un jardín de cactos. Las porterías estaban construidas de forma natural por la pared de piedra y por sendos árboles, por tanto, las porterías, sólo tenían un poste.
Entonces, la vida era fácil. En el recreo, nos juntábamos las dos clases de cuarto y organizábamos partidos. El cuarto A contra el cuarto B. Eran emocionantes lides en las que treinta chiquillos tratábamos de patear el balón al mismo tiempo.
Pero las cosas cambiaron al empezar quinto. Pasábamos a pertenecer al llamado ciclo superior (quinto, sexto, séptimo y octavo), y entre todos los cursos se repartía el uso de la cancha de futbito (un día cada curso, y los de séptimo un día más). El primer día de clase en este nuevo ciclo, salimos (al menos yo), con la intención de continuar los partidos del año anterior, pero un acuerdo no escrito e implícito en nuestro nuevo estátus de proyectos de adulto, llevó a un par de cabecillas a decidir que no se podía seguir jugando en tropel, sino que se debían organizar equipos de cinco jugadores y algún reserva entre las tres aulas de quinto, para tratar de aprovechar, como se lo merecía, la cancha de futbito el día que nos tocaba. Así que de un día para otro, yo, y un puñado de inadaptados, nos vimos excluidos de nuestra ración futbolística diaria.
Creo que sin darme cuenta, empecé a odiar al "deporte rey", y durante muchos años no quise saber nada del mismo. A cambio descubrí nuevas formas de pasar el tiempo, como caminar en grupo a lo largo del perímetro del colegio (cosa que a algunos compañeros les resultó muy útil cuando años después se vieron encerrados en la cárcel), a intercambiar arcaicas máquinas de videojuegos Nintendo, a quemar papeles y plásticos a escondidas y a mirar revistas para adultos haciendo ver que entendíamos lo que significaban aquellas fotos.
Aquel fue el primer cambio que recuerdo, la primera adaptación consciente de mi vida. Desde entonces ha habido muchas más, pero la sensación nunca ha sido más fuerte.
Parece mentira, pleno siglo XXI, y todavía nadie ha inventado un botón de salvar partida para usar en el mundo real.

martes, diciembre 14, 2004

Hoy, mientras íbamos de camino al colegio, p me ha hecho una pregunta:
-Papá, ¿qué pasa cuando se te caen las manos?
Al principio no le di importancia, pues p está en esa fase en que lo preguntan todo, absolutamente todo, hasta las cosas más inexplicables. Pero siguió insistiendo. Yo traté de contestar con un muy correcto "las manos no se caen"
-Pero, ¿qué pasa si se te caen?
-mmmmm, supongo que no podrías coger cosas, pero es algo que no suele suceder.
-ah, vale.
...
Seguimos caminando. Pero la pregunta me había causado curiosidad, así que decidí indagar de dónde había salido esa idea.
-Cariño, ¿por qué me has preguntado eso de las manos?
-Porque lo soñé dormida --contestó con la mayor tranquilidad e inocencia.
Me dejó helado. Desde hace meses, desde que p es capaz de comprender nuestras preguntas y contestarlas, le pregunto todas las mañanas si ha soñado algo. Ella siempre me contesta que no. Había llegado a preocuparme: "mi hija no sueña", pero P me tranquilizaba diciéndome que era muy pequeña y que no se daba cuenta de qué eran sueños y qué realidad.
Hoy se que mi hija tiene sueños, y que algunos de ellos son pesadillas y que no puedo hacer nada para evitarlo (muchas veces, ser padre te convierte en un ser absurdo). Será una tontería, pero que p sueñe "por su cuenta" me parece el primer síntoma de independencia y de que se está convirtiendo en una persona que pronto hará su vida, en la que yo no tendré demasiado que decir...

lunes, diciembre 06, 2004

p está, cosas de la edad, henchida de espíritu navideño. No para de cantar villancicos, quiere salir a la calle para ver las luces y los árboles de Navidad y, todos los días, tacha un día del calendario contando los que faltan para que venga Papa Noel. Lo cual no deja de ser curioso, porque no distingue el pasado del futuro (todo es mañana), pero sabe que un día viene Papa Noel y otro los Reyes Magos.
Ante su insistencia, hemos aprovechado este fin de semana para adornar la casa con los inevitables nacimiento y árbol de Navidad.
A P, siempre le ha gustado adornar la casa en Navidad. Guarda como oro en paño unas figuritas con las que todos los años monta el Belén (en el buen sentido, claro). Aunque el año pasado, algunas figuritas sufrieron serios percances. Uno de los animalitos pasó a mejor vida hecho añicos y el niño Jesús pasó la mayor parte de las fiestas desaparecido (lo encontramos entre dos ramas cuando desmontamos el árbol de Navidad). Detrás, hubo una mano no demasiado inocente, aunque muy pequeñita. Así, que este año, ante la posibilidad de que el resto de figuritas sufrieran más daños, P tuvo una idea, a la que la pequeña ha accedido con tremenda alegría. Han construido el Belén con los juguetes de p, así que esta vez, no habrá problemas en que la niña juegue con las figuritas.
Madre e hija están encantadas...
Y yo babeo viéndolas jugar...

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jueves, diciembre 02, 2004

Orión, el cazador, es una de las constelaciones más fácilmente identificables del firmamento. Su característico cinturón y sus brillantes estrellas la convierten en un punto de referencia desde cualquier lugar de La Tierra.
Hace unos días, gracias a una noche especialmente despejada y pese a la luna llena y las luces de la ciudad, pude disfrutar de una hermosa vista de Orión y sus estrellas vecinas en el trocito de cielo que se ve desde mi ventana. El hombro derecho del cazador (hay que tener en cuenta que en el hemisferio sur la figura estaría cabeza abajo) es la estrella Betelgeuse, fácilmente distinguible por su brillo rojizo. Si extendemos el cinturón mediante una línea recta hacia el lado de Betelgeuse, nos encontraremos con Sirio, la estrella más brillante del cielo. Sirio forma parte de la constelación Can Mayor, que según la explicación de Ptolomeo es uno de los dos perros que siguen al cazador.
El otro día, Sirio brillaba de una manera tan hermosa que mirarla causaba dolor en el corazón. Sus tonalidades iban desde el verde al blanco azulado y se asemejaba a un diamante iluminado por un foco halógeno.
Me encanta mirar las estrellas. Adoro sentirme insignificante, y que todos mis problemas desaparezcan entre la inmensidad de luces antiguas.
Hubo una época en que mirar el cielo era una parte muy importante de la vida, pero actualmente casi lo hemos olvidado. Observar el cielo nocturno desde una gran ciudad es prácticamente imposible, lo cual obliga a los aficionados a desplazarse a lugares alejados de la civilización. Hace unos meses, un grupo de astrónomos realizó una petición ante la UNESCO para declarar el cielo como Patrimonio de la Humanidad, con el fin de paliar la contaminación lumínica de las grandes ciudades, la cual contribuye a alejarnos poco a poco de nuestro pasado.
Se que el futuro consiste precisamente en eso, en alejarnos del pasado, pero... ¿no parece evidente que nuestro futuro tendrá mucho que ver con las estrellas?


miércoles, diciembre 01, 2004

Esto pasa por dar el vino antes de los discursos.

Destituido el director nacional de Filatelia por decir que no hay que «pegar demasiado a las mujeres»

Se me ocurren un montón de chistes, pero casi son de tan mal gusto como el de este hombre...