Nos mudamos.
Cambiamos de casa.
Después de una temporada de incertidumbre, ya está todo bastante claro. Hemos vendido nuestro piso y hemos comprado otro. Más o menos. En realidad, la venta y la compra se realizarán (por ese orden) a lo largo de febrero. Mientras tanto debemos planear reubicaciones y traslados. Y todo ello, a ser posible, sin que nos afecte demasiado al estómago. Sí, estoy nervioso. Esa es una de las razones de mi ausencia blogera (no la única), pero también me sirve para retomar este diario cuyo objeto no era otro que servir de terapia.
Hoy hemos comenzado oficialmente la mudanza. Hemos comenzado por tirar (sí, tirar a la basura) papeles viejos: antiguos papelotes del negocio de P, revistas antiguas, catálogos... En total cuatro grandes bolsas de papel que se han ido a un contenedor de reciclado. Entre ellas iban la mayor parte de los libros (en realidad fotocopias de libros) que utilizamos durante la carrera. Se que estaban obsoletos, y que actualmente se puede conseguir toda esa información por la web, pero me ha costado horrores deshacerme de ellos. (De hecho he ocultado algunos salvándolos momentaneamente, de la pira). A continuación iban a ir los apuntes. Sí, porque P y yo conservamos nuestros apuntes de la universidad, pero ahí nos ha entrado la nostalgia y los hemos indultado, dándonos unos días para pensar y decidir qué queremos hacer con ellos. Se que conservarlos es un tanto irracional, pero por algún motivo me cuesta deshacerme de ellos.
¿Tendremos una versión papelera del síndrome de Diógenes?
¿Por qué se le toma tanto cariño a unos papeles?
domingo, enero 29, 2006
Publicado por Poncho a las 18:58