sábado, junio 03, 2006

Tenía once años la primera vez que lloré al leer un libro. Mi padre celebró el acontecimiento ante familiares y amigos, pues para él era la confirmación de que el veneno de la literatura me había cobrado como víctima. "Eso quiere decir que lo ha entendido", dijo entonces y siguió diciéndo años después, pues frecuentemente recordaba tan trascendental acontecimiento.
Aquel libro fue el primero de muchos, pues durante mis lecturas he llorado por multitud de motivos. He llorado de pena y alegría por los personajes de la historia. Por rabia e injusticia. Por vergüenza y desesperación. He llorado por terminar el libro y por no poder terminarlo. También he llorado por no haber escrito yo lo que leía, e incluso alguna vez he llorado al leer mis propias palabras.
Si el objetivo del arte es transmitir emociones, entonces las lágrimas son el fruto destilado de una obra. No me avergüenzo de mis lágrimas, es más, de muchas de ellas estoy orgulloso.