sábado, enero 17, 2004

He tenido una velada de lo más metrosexual. Es lo bueno (supongo) de vivir en la capital, la metrosexualidad chorrea entre los atascos y los tumultos.
En primer lugar, he ido con mi amiga A. a ver una exposición de fotografías de Araki. (A. es la única de todos mis amigos a la que puedo llevar a este tipo de cosas)
Araki es el fotógrafo más conocido y controvertido de Japón, es famoso por fotografiar desnudos de mujeres jóvenes en actitudes que van desde lo sugerente a lo claramente obsceno. También le gusta presumir de acostarse con todas sus modelos, quienes aparentemente lo hacen encantadas, pues según dicen es un hombre muy sabio y complaciente. Algo de eso tiene que ser, porque el hombre no es precisamente Cary Grant, quien por cierto, hoy hubiese cumplido 100 años).
La exposición es en la galería La Fábrica, c/Alameda 9 hasta el 24 de enero.

Después de la exposición nos fuimos a tomar unas cañas por la zona y de paso criticar a casi todos nuestros conocidos. Como a esas alturas yo me sentía muy cerca de la metrosexualidad, propuse cenar comida japonesa, así que nos encaminamos a Donzoko (c/Echegaray 3), aunque nunca llegamos... Porque a mitad de camino nos encontramos con Gesar, un restaurante tibetano en Huertas 64. Como ninguno de los dos sabía de la existencia de ese establecimiento y nos pareció de una metrosexualidad abrumadora decidimos cambiar nuestro plan sobre la marcha y cenar allí. Pero antes nos fuimos a tomar un fino a La Venencia (c/Echegaray 7), lugar clásico donde los haya.

El restaurante Gesar es pequeño y rústico. Adornado con escudillas de arroz y barritas de incienso, yaks en miniatura y carteles de Free Tibet. Se pueden pedir medias raciones, lo cual hace más divertida la cena por la variedad de los platos. La comida, como el pais, está entre la China y la India. No es espectacular pero está bastante bien. Mucho curry, empanadillas vegetales y de carne especiada y arroz bashmati. Sabroso y barato (nuestra cena no llegó a 30 euros !!!!!)
Durante la cena charlamos sobre nuestros temas favoritos: películas
Lo único que empañó un poco la cena, fue que A. se empeñó en invitarme. Se supone que permitir que te invite una mujer es síntoma de metrosexualidad, pero no estoy muy convencido...
Para celebrar el descubrimiento nos fuimos a tomar la mejor caipirinha de Madrid: Trocha (Huertas 55, nos sentíamos cómodos en el barrio). Se toman su tiempo para elaborarla, pero merece la pena. Cortan una lima en octavos y la meten dentro de un vaso ancho y bajo. Con una prensa especial de madera lo machacan, y añaden la cachaça y el azucar. Delicioso.
A la bebida se le añade un ambiente muy agradable con Jazz, Blues y una concurrencia de lo más variopinta.

En resumen, una de esas veladas que hacen que me reconcilie con la capital del reino (de momento)