lunes, enero 05, 2004

Me he llevado el primer disgusto del año. Además, ha venido de un lugar que jamás hubiese pensado: la pastelería que hay debajo de mi casa.
Me explico.
El pastelero es un hombre bastante amable, pero un tanto palizas. Siempre que se le presenta la oportunidad viene a contarme alguna historia, pero las cuenta fatal, lo repite todo varias veces y se acerca demasiado, como buscando una confirmación de que sigues la historia. Ayer fui a comprar la inevitable bolsa de revoltijo para el día de Reyes y se me acercó como siempre:
-Qué pasa, artista.
También como siempre, farfullé un saludo ininteligible a ver si me dejaba en paz, pero nada...
-Tengo un disgusto...
Y comenzó a contarme cómo el cabrón de su vecino le había matado al perro.
Da la casualidad de que yo conocía al animal, un beagle muy bonito y juguetón.
El pasteleró entró en muchos más detalles que los que me hubiese gustado conocer, lo cual me dejó con bastante mal cuerpo, así que tuvo que terminar dándome ánimos.
En resumen: una serie de pensamientos deprimentes sobre la crueldad de algunos animales (humanos), fama de blandengue en el barrio y dos croissants.