domingo, febrero 12, 2006

Desde hace tiempo recibo en mi cuenta de gmail mensajes de amigos que no conozco. En ellos, me dan las gracias por la estupenda velada de la noche anterior, me recuerdan lo bien que lo pasamos el viernes en la barbacoa o me piden que les reenvíe las fotos de nuestra excursión del fin de semana.
Al principio pensaba que simplemente eran mensajes equivocados, dirigidos a una persona que se llama como yo. Mo les daba importancia. Pero siempre que los iba a borrar había algo que me detenía. Quizá fuese la calidez de sus palabras, o las caras felices y divertidas con que salían en las fotos.
Ahora me sorprendo mirando las fotos que me envían mientras trato de recordar el momento en que las hicimos. Porque estoy convencido de que en realidad, los mensajes llegan a quien deben llegar. Que existe otra persona, en otro huso horario, que no es otra persona, que soy yo mismo, y me pregunto ¿cuál de ellos seré? el pequeñito dicharachero que siempre sale en la parte de delante, el hombre oscuro y serio que permanece apartado, o el de la mirada cínica que parece decir "se cómo va a salir la foto incluso antes de que la hagas"