domingo, agosto 29, 2004

He ido a una juguetería a comprar la inevitable "sorpresita" para p, y he tenido que esperar más de diez minutos en la caja, porque la dependienta tenía un tremendo lío atendiendo a una clienta. La clienta tenía treinta y tantos años, y estaba tratando de comprar alrededor de una decena de coches en miniatura. Parece que las cajas de las miniaturas había perdido los códigos de control y la dependienta tuvo que hacerse la cuenta a mano. Cuando terminó dijo la cifra: trescientos veinticinco euros.
Me quedé francamente impresionado. No sabía que esos cochecitos eran tan caros. Al prinicipio, me chocó un poco ver la cantidad de coches que estaba comprando, además, dijo que los quería envueltos para regalo por separado. Supuse que sería el regalo para un montón de niños (un equipo de fútbol o algo así), pero al oir el precio tuve que cambiar mi suposición. Estaba tan sorprendido que no pude evitarlo y pregunté:
-¿Son para empezar una colección?
Me miró como sin creerse que le estuviese preguntando eso, y dijo:
-Para empezarla, dice... -dijo dirigiéndose a otras dos mujeres- lo malo es que los tendrá repetidos, y si no están repetidos vendrá a cambiarlos de todas formas. Porque siempre les encuentra algún defecto. -iba indignándose por momentos- Una rozadura, un retrovisor roto... Por cierto, no los he mirado. ¿Tienen todos los retrovisores?
Se puso a comprobarlo, y por cierto encontró uno al que le faltaba el retrovisor del lado izquierdo. Mientras tanto yo, ya tenía una idea más clara de la situación. Aquella mujer tenía un marido cuya pasión eran las miniaturas de coches, y en vez de regalarle una pluma Mont-Blanc para su cumpleaños, prefería una docena de vehículos de juguete.
Finalmente conseguí pagar, le dije adios a la mujer, me contestó con una sonrisa y la oí decir:
-Es nuestra jubilación. Acabaremos vendiendo los jodidos coches para poder comer...

Y yo que pensaba que mis amigos eran infantiles por comprarse una PlayStation...