martes, mayo 24, 2005

Una de las series de TV con las que más me he reido ha sido Friends. He visto todos sus capítulos (varias veces) y aunque últimamente han perdido chispa, de vez en cuando consiguen arrancarme carcajadas.

Mi personaje favorito siempre ha sido Chandler. Me gusta porque tenemos varias cosas en común: ambos hacemos chistes cuando nos sentimos incómodos, nos suscribimos con nombres falsos (normalmente de mujer) a catálogos por correo y ninguno de mis familiares y amigos sabría explicar en qué trabajo.
En uno de los últimos episodios Chandler deja su trabajo. Un buen trabajo en el que sin embargo, no se siente feliz. Decide volver a comenzar su vida haciendo lo que realmente desea, el problema es que parece no estar muy seguro de qué es esto último.
Llevo meses sintiendo lo mismo, el problema es que yo no soy el personaje de una comedia de TV y, sinceramente, no me atrevo a mandar mi trabajo al diablo y comenzar de nuevo.
Hoy por la mañana observaba al bebé en su cuna mientras p se vestía para ir al colegio. Los dos son tan felices que me angustia pensar en los miles de cosas que podrían estropear su alegría. Se que no podré protegerles durante toda su vida, y que antes o después crecerán y aprenderán a sufrir por uno u otro motivo (como hemos hecho todos), pero hoy, sólo pensar en eso me pone un nudo en la garganta.