jueves, octubre 20, 2005

Durante las últimas semanas la principal preocupación del país ha sido una palabra (Nación). Y si ésta aparecerá o no en un documento (Estatuto de Cataluña) que contribuirá a complicar un mundo que ya lo es bastante.
Opino que el nacionalismo es un error, un paso atrás. Vivimos una era que será recordada por la caída de las fronteras, no sólo geográficas, y debería aprovecharse para dar un paso en la utópica dirección de un mundo sin paises.
¿Te lo imaginas?

Hoy en día, las guerras no se hacen por motivos territoriales, sino por cuotas de mercado, las naciones tal como las conocemos, y las ven los nacionalistas, están agonizando y sus sustitutos serán (son) las grandes corporaciones que crearán nuevas etnias basadas en el poder adquisitivo, así que una vez más, litros de tinta y kilos de esfuerzo inútiles que se quedarán en nada...

Por otra parte, es bonito ver la fuerza de las palabras. Pero resulta deprimente (y de mal gusto) comprobar que mientras aquí estamos preocupados por si seis letras aparecen combinadas de cierta forma en un documento, en otros paises sus pricipales preocupaciones se refieren a pueblos que de la noche a la mañana se han convertido en camposantos.
La relatividad azota de nuevo.

Veo en televisión que el turismo sexual ha pasado de moda, dejando su lugar a una nueva modalidad todavía más perversa: El turismo de bisturí, en el que se ofrecen paquetes de viaje que incluyen visitas a paraisos sudamericanos y sus clínicas de cirugía estética.
Mientras planeamos una visita para acabar con nuestra obesidad y de paso ponernos morenos, un africano, futura estrella del atletismo patrio, planea la final más importante de su vida tratando de saltar la valla más alta del mundo. Una valla que materializa la frontera con mayor diferencia de renta per cápita del planeta.
Quizá la caída de fronteras no esté tan avanzada como yo pienso...