Es curioso lo que todos los años me sucede con los premios Oscar: Se que están manipulados, orientados políticamente y artísticamente devaluados respecto a otros festivales (europeos o "independientes"), pero no puedo dejar de mirar para ellos. Sobre todo cuando, en años como este, aparentemente aciertan.
Me encanta mortificarme, cada vez que veo a Clint Eastwood hacer su nueva mejor película, diciéndome: "pensar lo poco que me gustaban las películas de Harry el Sucio y aquellos espantos que hacía con un orangután... y se ha convertido en un director sensible y en un actor creible, lo cual, visto lo que hay, no es poco"
Me hacen gracia los ninguneos a los que la Academia es tan dada: ignorar una y otra vez a Scorsese, que pese a quien pese es uno de los directores más importantes de la historia y la sombra de la sospecha cada vez que no le dan el premio a un actor por motivos políticos (¿pesarán todavía las opiniones de Benning y Beatty acerca de su presidente?)
Me hubiese encantado que le dieran el Oscar a Johnny Depp, porque se atreve con todo, y me encanta que se lo hayan dado a Charlie Kaufman porque siempre sorprende.
Bien por Amenábar. Espero que sea el primero de muchos.
Pero sin duda, la mayor sorpresa de la noche y la más agradable ha sido el premio para Jorge Drexler. Su música la conocí hace poco, y gracias a un blog, pero me ha robado el corazón para siempre. Me alegro infinito por él, sobre todo después del feo que le hizo la organización de la ceremonia.
Hay días en los que me siento curiosamente optimista.
Vuelve a nevar.
lunes, febrero 28, 2005
Publicado por Poncho a las 09:17