domingo, abril 10, 2005

De repente siento la imperiosa necesidad de meter un tetra-brick de zumo de naranja en el congelador. Me veo cortándolo con unas tijeras de cocina, extrayendo el ladrillo pegajoso. Lo dejo encima del mármol y lo contemplo. Lo lamo. Mi lengua se pega a él. No sabe a naranja. Es un bloque de energía en estado sólido. Pulsátil, vibrante. Huele a plástico frío. Su estructura homogenea me conmueve, pero tengo la certeza de que bajo su sencillez se esconde el secreto de una raza que todavía no ha nacido.
Despierto. Es domingo. Veo a Morrison en televisión. Sonrío. Qué ingenuo pensar que en el otro lado haya algo que merezca la pena.