lunes, abril 11, 2005

Tarde despejada de principios de primavera. Paseo indolente con el ceño fruncido. El viento revuelve mi cabello y no puedo quitarme de encima el anhelo de encontrar a alguien conocido. Alguien que me distraiga de los pensamientos que rebotan en la parte interior del craneo produciendo un ruido comparable al de las tripas de cuatro millones de peregrinos.

Inexplicablemente, pienso en una copa de cristal rojo de la Bohemia. Remedo de los granates. Que son remedos de rubí. Corindón que sueña ser diamante. Diamante que sueña ser rayado.
Aunque sólo lo raye su igual.
La herida que más duele es la que te hace tu igual. La que sangra sangre espesa. Olorosa como vino de Toro. Cinco litros por 9,90. Prefiero que me mate el vino a que lo haga el trabajo.

Voto a Morrison que voy por el buen camino.