Las cuatro horas de la noche del domingo al lunes que, en vez de dormir, dediqué a intentar auto-condicionarme-mentalmente para tener una buena semana no han tenido muy buen resultado.
Ayer, tras cuatro horas de no-sueño, me fui al aeropuerto para tomar un avión que no existía. Lo tenían todo: aeropuerto, tripulación, pasaje, equipaje; pero no tenían avión. La solución fue genial; "no tenemos avión, pero os llevaremos en autobús", "no lo siento, no podemos ubicarles en otros vuelos porque no quedan plazas", "les damos dos opciones, ir en autobús o les devolvemos el importe"
Así que tras un espantoso viaje llegué a Madrid con seis horas de retraso.
La ciudad me proporcionó un recibimiento típico. Nada más salir del Metro, un tipo con el craneo rapado y barba negra escupió a mis pies y me amenazó a gritos poniendo en duda mi sexualidad. No supe qué decir. Mejor.
Hoy un taxista acaba de timarme seis euros de la forma más rastrera y vil. El tipo se quejó nada más subir al taxi porque la carrera que le pedí le pareció corta. Trató de equivocarse en el camino, le corregí, y mientras comprobaba si me había dado bien el cambio, (la carrera 5 euros, le pagué con un billete de veinte, y me devolvió un montón de monedas), cerró la puerta y se fue.
El elemento se llama Federico, y su número de licencia es 10988, opera en la parada de Campo de las Naciones y es muy desagradable. Cuidado con él.
Hoy tengo que volar de vuelta a casa. Veremos...
martes, junio 28, 2005
Publicado por Poncho a las 14:34