martes, noviembre 22, 2005

¿Cuál es la auténtica tragedia de Newland Archer?

Desde luego, no es haber renunciado a la mujer a la que amaba, ni tampoco haber llegado al final de una vida de corrección en la que nunca se permitió hacer lo que realmente le hubiese gustado.

La auténtica tragedia de Newland Archer apareció en una fiesta de sociedad, tras la sonrisa de su esposa, y consistió en haberse dado cuenta de que no era diferente a los demás. Que sólo era una pieza más de un juego cuyas reglas despreciaba y del que pensaba que no formaría parte jamás.
Que sus ideas, tan excéntricas para la época, eran permitidas de la misma manera que la exhibición de una pintura atrevida en el salón de Julius Beaufort. Que Newland no era más que un adorno exótico cuyos, él pensaba que secretos, devaneos, servían de regocijo a una sociedad tan aburrida como para preocuparse por ellos. Que era uno más de los personajes de una obra cuyo final era conocido antes de ser escrito.

Esa es la auténtica tragedia de Newland Archer. Y a la vez es su grandeza. La exquisita aceptación de unas reglas sociales diseñadas para coartar el más mínimo atisbo de pasión o deseo.
Ese fue el motivo por el que la condesa Olenska le amó toda su vida. Porque sabía que jamás osaría subir aquella escalera.