jueves, noviembre 17, 2005

Hoy he echado de menos aquellas tardes frías y despejadas en las que mi única obligación, pocas veces cumplida, era estudiar. Terminaba las clases pronto (o ni siquiera las empezaba), y ante mi se extendía, como una alfombra de horas, la tarde entera. Con una radio y un libro como compañeros, buscaba un bar donde me conocieran y no me molestaran por agotar una tarde completa con un solitario café. No había móviles. No existía el wifi. Estábamos el tiempo, mi libro y yo. Las citas se organizaban con antelación y nada inesperado podía turbar la linealidad de la espera. Eran otros tiempos.
Hoy los he echado de menos.