sábado, enero 22, 2005

LLevo dos días pensando en como voy a escribir esto. Se me han ocurrido diversos enfoques y un puñado de frases tremendamente emotivas. Pero me encuentro demasiado cansado, así que trataré de esquematizar.
Miércoles tarde. P se encuentra mal. Vamos al médico. El médico dice que P debe ingresar en el hospital. Entramos por urgencias. La idea es que quede en observación. Se la llevan. Espero en el pasillo. Espero. Llega una médico que me pregunta:
-¿Quiere entrar al parto?
-Se equivoca --le digo-- mi mujer no está de parto.
-Si lo está.
-Pero es imposible, sólo está de 33 semanas.
-A veces pasa. Estamos tratando de pararlo, pero no siempre se puede. ¿Quiere entrar?
-?!?!

Y entré.

A P no le habían dicho nada. Llevaba tanto tiempo con dolores que ya le parecía normal.
Se lo explico. Llora. Lloro. Trato de animarla. Le acaricio la mano. La beso.
La medicación le da temblores. La médico mira los gráficos. Hay que esperar.
Esperamos. Recordamos. (Esto no puede estar pasando).
Nos calmamos un poco. El latido del bebé atruena en la habitación desde el monitor.
La médico dice que el tratamiento parece haber surtido efecto. La devuelven a planta. P está destrozada. La abrazo (con mucho cuidado). Nos besamos. Nos despedimos.
Llego a casa. No recuerdo más hasta el día siguiente.

Ahora P está bien. Sigue en el hospital, pero no le duele nada. Se encuentra mejor. Seguimos asustados. Expectantes. Nerviosos.

Qué poco importantes parecen el resto de problemas.

Tengo sueño...