jueves, junio 10, 2004

Hace ya veinte años que me mordió aquel mago del Siam.
Veinte años sin poder ser yo mismo, disimulando, porque era consciente de que en cualquier momento, sin previo aviso, estaría obligado a cambiar completamente mi ser y comportarme de una forma que no entiendo. Condenado a añorar las anchas estepas por las que solía correr en pos de un rastro. Echando de menos la vida en libertad. Esta personalidad que no me corresponde, la maldición que me contagió el infame brujo, me atrajo hacia este laberinto de cemento en el que ahora vivo.
Ciudad de la luz la llaman, pero yo sólo la conozco en sombras, vigilada por petreas gárgolas hambrientas que acechan entre los vapores del infecto rio.
Reconozco que no todo es desagrado. También he conseguido gozar de cuellos blancos como la nieve recién caida. Mujeres que se unieron a mi buscando un beneficio calculado al que renunciaron nada más sentir mi mirada de rubí.
Veinte años aullando a la luna y durmiendo en camas estrechas sin darme cuenta de que el mundo envejecía a mi alrededor.

¿Quién sabe?. Si yo hubiese sido de otra forma, quizás ahora estuvieses leyendo una página titulada "El tiempo en Sildavia" y yo me llamaría Denis.