martes, septiembre 14, 2004

He tenido una conversación con mi jefe.
Me ha llamado para interesarse por cómo me van las cosas (sabe que tengo más trabajo del que puedo manejar) y de paso darme otra tarea explicándome que no queda otro remedio, que tendré que hacerlo como pueda.
Ya me lo esperaba, pues desde hace tiempo, su trabajo ha pasado de "asignar tareas" a "repartir marrones". Lo que me ha inquietado ha sido la parte final de la conversación.
-¿Cuándo vas a pasar por Madrid? -me preguntó.
-Eeeeer, seguramente tendré que ir la semana que viene para el cliente X.
-Bien, entonces recuerda pasar por aquí, porque tengo algo para ti.
-Pero ¿qué es? -Dije pensando en la carta de despido, una multa...
-Un regalo. Te gustará.
-Aaaaah, bien, gracias.

Me ha inquietado mucho más que si me hubiese dicho el temido "tenemos que hablar". La verdad es que me ha intrigado. He estado pensando en qué puede ser, y lo único que se me ocurre es una solemne tontería con la que no voy a saber disimular mi cara de culo. En fin.

Temo a los griegos aun cuando ofrecen regalos.