martes, septiembre 14, 2004

P y p se llaman igual. Tienen el mismo nombre por mi culpa. Durante el embarazo, una vez que supimos que iba a ser una niña, decidimos que el nombre de nuestra hija sería C. Un nombre con mucho significado en el lugar donde vivo. La verdad es que a mi me parecía bien. P y yo estábamos de acuerdo, aunque había parte de la familia a la que no gustaba demasiado.
Estaba decidido. Sería C.
La cuestión es que en la sala de partos, un segundo después de que naciera la niña, vi su carita y aquellos enormes ojos que me miraban con curiosidad. La enfermera preguntó -¿Cómo se llama?
Yo me quedé como helado durante cinco segundos. No, la verdad es que no tenía cara de llamarse C.
-Se llama p. -Dije con voz firme.
-P estaba demasiado agotada para protestar, pero creo que aunque hubiese podido no lo hubiera hecho. Se que en el fondo, está orgullosa de que nuestra hija se llame igual que ella.

Hace unos días, P y yo tuvimos la charla de los nombres. Como todavía no sabemos el sexo de nuestro futuro bebé, hicimos una lista mixta. Decidimos que para niña nos gusta A y para niño J, aunque P está empeñada en que si es niño se llame igual que yo, cosa a la que me niego.
Eso sí, dije que me parecía absurdo ponerle el nombre sin conocer su cara. P me dijo que como se me ocurriera otra vez cambiarle el nombre mientras ella estaba fuera de combate me iba a acordar...
En España el nombre no se hace oficial hasta que inscribes al bebé en el registro civil, y como eso debe hacerse dentro de un corto plazo de tiempo, en el que la madre suele estar bastante pachucha, esa responsabilidad casi siempre cae sobre el padre. Ahora que lo escribo, me pregunto ¿qué pasaría si no inscribes al niño en el plazo estipulado? ¿no te lo puedes quedar? ¿lo devuelves a la tienda...?
Así que quién sabe, puede que tenga un arrepentimiento de última hora.

Una vez me contaron la historia de un hombre al que no convencía el nombre que habían escogido para su hijo. Este hombre inscribió al niño en el registro con otro nombre más de su agrado. En su casa nadie se enteró, y el niño creció con el nombre que habían elegido en primer lugar. Hasta que hubo que hacer trámites para matricular al niño en el colegio y la madre se enteró que su hijo se llamaba de otra forma.
Curioso.
Qué habrá sido de aquél padre.