martes, septiembre 16, 2003

Hoy por la mañana, hemos empaquetado a la niña con su abuela y las hemos dejado en la playa, lo que nos ha dado, a mi chica y a mi, unas cuantas horas para quehaceres varios. Uno de ellos ha sido irnos a tomar un vinito de mediodía a una de las cafeterías del barrio. Temperatura agradable, una terraza soleada y unos vecinos de mesa que para que...
Os cuento.
A nuestra izquierda un hombre de mediana-adelantada edad (unos 60) se toma nervioso un vermouth blanco con ginebra mientras mastica un puro. La causa de su nerviosismo es que está esperando a su chica. A los diez minutos su chica llega, hacen buena pareja: El es del tipo tratante-de-ganado (para el que no lo sepa esto es algo así como barriga prominente, camisa desabrochada, pantalones caidos y reloj de oro), ella sigue la línea estilo ex-alcaldesa-consorte-de-Marbella. El habla muy alto, salpica su discurso con improperios bastante elaborados del estilo de: (sic) me cagüen los güevos de Adán, además, no deja de mover sus manos, hacia la cara de ella, su culo, su vientre... Vamos, un espectáculo.
A nuestra derecha un grupo de cuatro jovenes entre diecibastantes y veintimuypocos hablan y toman coca-colas. Una de las chica mece el coche de un bebe, que debería ser su hermano pero que es su hijo. Habla de las penas que pasa otra amiga cuando va a visitar a su novio a la cárcel, lo mal que lo pasa cuando tienen el cristal de por medio, y lo mucho que disfrutan de las visitas bis-a-bis.
Se que es de mala educación escuchar las conversaciones ajenas, pero me encanta. Me gusta tanto, que a veces cuando voy en autobus, me pongo los auriculares sin encender la radio para poder escuchar con mayor impunidad...
En fin, nuestros compañeros de terraza eran tan espectaculares, cada uno en su estilo, que casi no me enteré de nada de lo que estaba hablando con P.
Mis cuñadas (Patty y Selma) no dirían que eran espectaculares, sino ordinarios y que eso nos pasa por vivir en un barrio.
En fins...