viernes, abril 16, 2004

Sabeis esa maldición gitana que dice:
"¡que tengas a los pintores en casa!"
Pues si, los tengo en casa. Aunque tengo que reconocer que el tema pintura a domicilio, ha avanzado un montón desde mi último contacto.
La última vez que tuve a los pintores en casa, todavía vivía con mis padres. Fueron dos semanas durante las cuales nunca supe en qué cuarto iba a dormir por la noche. Como por arte de magia, cada vez que volvía de clase, las habitaciones habían cambiado su distribución. El mobiliario, alfombras, libros, montones de libros, toneladas de libros, realizaban un peregrinaje absurdo por todas las habitaciones de la casa. Más que pintores eran transportistas (de distancia corta, eso si). Teníamos que comer en la salita y cocinar en el baño. En aquella época, España todavía no hacía demasiado caso a las gilipolleces de la Unión Europea sobre la toxicidad de algunas sustancias, así que para no correr el riesgo de morir asfixiados mientras dormíamos, lo hacíamos con la ventana abierta, con el consiguiente riesgo de congelación.
No me extraña que pasaran tantos años hasta que volvimos a pintar.
Ahora creo que lo hacen más rápido, pero yo por si acaso, me he ido de casa en cuanto he visto que sacaban la máquina del gotelet.