miércoles, mayo 26, 2004

Quién me iba a decir, cuando me levanté ayer por la mañana, que acabaría el día asistiendo a un concierto del bajista mas rico del mundo, del zurdo de la caverna, del ex-quarryman, ex-beatle, ex-wing, excelso Paul McCartney.
La verdad es que Sir Paul no me entusiasma, pero cómo ponerle pegas a una entrada regalada.
Así que allí nos fuimos P y yo a bajar la media de edad de la asistencia.
La verdad es que dar un concierto siendo Paul McCartney, tiene que ser muy fácil. Todos los grupos o cantantes tienen alguna canción emblema que todo el mundo está esperando oir en los conciertos, algunos incluso tienen un puñado de ellas. Los Beatles tienen tres docenas.
McCartney simplemente tiene que escoger unas cuantas canciones del repertorio de Los Beatles (y pagar los derechos de autor a Michael Jackson) para que un público siempre ansioso de escucharlas, prácticamente alcance el éxtasis. Por otra parte, tiene que ser muy duro haber escrito tus mejores canciones hace cuarenta años ¡¡40!! y desde entonces no haberte acercado a la calidad de aquellas más que en unas pocas ocasiones. Por tanto, no me extraña que se empeñe en meter en los oidos de su público las canciones de su etapa en solitario y con los Wings. Ahora bien, el verá. Porque el público tiene una actitud muy diferente ante las canciones de Los Beatles y las demás.
Ayer, mientras Paul cantaba un par de baladas No-Beatle, el público demostró una total indiferencia hasta el punto de que hubo momentos en que se oía más su murmullo que al cantante. De hecho, me dió la impresión de que estuvo a punto de dejar de tocar un par de veces.
Por suerte se dió cuenta, y empezó a calentar a la afición con una versión a capella del inevitable Yellow Submarin. Apoteósico. Y un pelín hortera, la verdad. Yo estaba esperando que en cualquier momento apareciese Karina en el escenario a hacerle los coros.
Por cierto, el escenario es el más impresionante que he visto. Pantallas gigantes por todas partes, fuegos artificiales, decoración dinámica. Un derroche de medios. Se nota que hay dinero...

Resumiendo. Traté de tomarme el concierto como observador neutral, pero no puede evitar emocionarme con Eleanor Rigby, por poco me pongo a bailar con una señora de la fila de delante en Back in the USSR y a punto estuve de llegar a las lágrimas con Yesterday.

Si cierras los ojos y te olvidas de sus liftings, casi puedes imaginar que todavía viven los cuatro y que el mundo puede arreglarse.