jueves, mayo 06, 2004

Siempre me pone nervioso cuando en las tertulias de la radio abren los teléfonos para que los oyentes puedan expresar su opinión sobre los comentarios que han hecho los invitados. Inevitablemente, llamará alguien que, indignado, dirá algo como: "Parece mentira, señor X, que con la inmensa cultura que usted tiene, sea capaz de decir semejante barbaridad". Con toda probabilidad, ni el señor X, ni cinco millones de oyentes, sabrán de qué barbaridad está hablando esa persona. Pues seguramente habrá malinterpretado algo que se haya dicho en la tertulia.
Y es que hay gente, que por no saber, no sabe ni escuchar.
Un lector ha dejado un comentario recomendándome que vaya al Diario de Patricia a contar mis penas. Creo que no ha entendido ni el post al que se refería ni el sentido de un blog como este. Es posible que sea culpa mía por no saber explicarme bien. En ese caso, tenga mis más sinceras disculpas.
De cualquier manera, me gustaría aprovechar para contar una historia relacionada con el susodicho programa. Para los que no lo conozcan, el Diario de Patricia es un talk-show de la televisión por el que pasan freakies que, supongo, no tienen nada mejor que hacer. Es parecido al de la peruana Laura (creo) pero sin las bofetadas. El formato del programa es el siguiente:
La presentadora, Patricia evidentemente, solicita que vaya gente a su próximo programa a contar lo que les ha sucedido respecto a un determinado tema. El tema suele ser del tipo:
-Pillé a mi novio haciéndoselo con el padrino el día de nuestra boda.
o
-Mi madre me odia porque llevo lentillas de gato y piercings genitales.
o
-Odio a mi madre porque se ha liado con mi mejor amiga.

Curiosamente, siempre tienen a gente dispuesta a hablar sobre el tema en cuestión. Yo me preguntaba qué tipo de personas podían ir a un programa como ese. Una parte de mi estaba convencida de que eran actores, y todo estaba preparado para dar espectáculo. Pero no. Conozco a alguien que ha ido a ese programa. Es una persona a la que pese a no haber tratado demasiado, aprecio bastante. Es muy amigo de un buen amigo mío e incluso trabajamos juntos durante una temporada. Yo había oido que tenía problemas con su vida sentimental, había oido rumores acerca de denuncias y amenazas. Qué había tenido que irse de la ciudad donde vivía y qué lo habían despedido de su trabajo. Estuve una temporada sin saber nada más de él. Hasta que nuestro amigo común me dijo que parecía que estaba sentando la cabeza. Tenía una novia nueva y se había ido a vivir con ella. Pero como las cosas nunca son lo que parecen, la historia no terminó ahí.
Unos meses después mi amigo y yo quedamos con este tipo porque quería contarnos una historia. Volvía a estar bastante fastidiado porque su novia le había dejado. Resulta que su novia, también era su prima, y que no sólo estaban viviendo juntos, sino que en realidad vivía en casa de los padres de ella (los tios de mi conocido). Eso si, eran una familia muy liberal, aunque desgraciadamente la relación se fue deteriorando, hasta provocar la ruptura. Y aquí es donde mi conocido tuvo la IDEA GENIAL: "¿por qué no voy al Diario de Patricia y trato de arreglar nuestra relación delante de las cámaras?". Él nos decía que al principio había ido todo muy bien. Había escrito al programa, los del programa le habían llamado, habían organizado el viaje en avión, la noche en el hotel, y se las habían arreglado para llevar a su ex-novia al programa con el engaño de que iba a conocer a David Bisbal (!). Pero claro, una vez que estuvo sentado en el plató, las cosas no fueron como él había pensado. Resulta que "la tal Patricia" (y cito textualmente) "que parece tan maja cuando la ves en la tele es una mala zorra que trata de liarte con sus preguntas para que digas cosas que no piensas". Y así fue. Mi conocido se calentó, empezó a decir barbaridades (éstas de verdad) y cuando la ex-novia salío y vio el espectáculo que había allí montado quiso morirse...
Resultado: Todos los que conocen a este hombre piensan que está "tocado", la ex-novia/prima desde entonces no se atreve a salir a la calle y mi conocido ha perdido la fé en la televisión.