miércoles, octubre 08, 2003

Nunca he sido fumador. Lo cual no quiere decir que nunca haya fumado. Me gusta fumar un puro después de una buena comida, y cuando la noche se alarga suelo mezclar vapores etílicos con los del tabaco rubio.
Puedo entender la adicción al tabaco viéndola desde los aspectos comunes de otras adicciones, bienestar físico, placer, etc... Pero hay cosas que se me escapan, por ejemplo, he oido a diversos fumadores comentar la agradable compañía que hace un cigarrillo, como en las noches solitarias un cigarrillo entre los dedos proporciona consuelo. No acabo de entender como funciona eso, pero me he dado cuenta de que yo disfruto casi todos los días de algo parecido.
El mejor momento del día es por la noche, cuando hemos terminado la jornada laboral, acostado a la niña y cenado. Entonces me estiro en mi sofá, ponemos la televisión y cojo mi libro (a lo largo de los años he desarrollado la habilidad de ver la televisión a la vez que leo, en realidad creo que puedo hacer casi cualquier cosa a la vez que leo). Hay veces que no me hace falta abrir el libro, simplemente lo pongo encima de mi pecho y lo acaricio con una mano. Me da tranquilidad, me gusta pensar en lo mucho que voy a disfrutar cuando lo abra y me meta en las historias que contiene, en ese momento es mi amigo y no lo cambiaría casi por nada.