Tenía unos doce años la primera vez que oí esa historia acerca de monos, máquinas de escribir y las obras completas de Shakespeare. En caso de que alguien aun no la conozca, la explicaré brevemente tal como yo la conocí. Fue en una recopilación de relatos de ciencia-ficción, seleccionados por Brian W. Aldiss, llamada Imperios Galácticos en ella, se incluía una historia titulada Been a long, long time y escrita por R. A. Lafferty. La historia estaba protagonizada por unos ángeles con mucho, pero muchísimo tiempo libre. Uno de ellos había leido en una biblioteca (de Los Angeles, claro) que si seis monos fueran colocados ante seis máquinas de escribir y mecanografiaran durante un lapso de tiempo suficiente, acabarían por escribir con exactitud todas las obras de Shakespeare. Los ángeles no sabían lo que era un mono, ni una máquina de escribir, y por supusto, no conocían a Shakespeare, pero averiguarlo sólo era cuestión de tiempo, lo cual les sobraba. El experimento comenzó. Los monos serían inmortales e infatigables, y al poco tiempo ya habían escrito algunas palabras incluidas en las obras de Shakespeare. Miles de años después, en una época en que el mundo de Shakespeare había desaparecido, los monos habían llegado a escribir frases enteras de las obras. Los ángeles estaban animados. El experimento podría tener éxito, sólo era cuestión de... tiempo.
Miles de millones de ciclos cósmicos después, todavía no habían logrado su objetivo, pero uno de los monos había escrito una versión mejorada de La Tempestad. La versión era mejor que la original, pero se salía del alcance del experimento, así que la ignorarón. Después de ese incidente, transcurrieron un número de ciclos cósmicos igual a un nueve seguido de ceros suficientes para dar la vuelta a todo el universo hasta un período justo anterior a su colapso, en ese momento tuvieron lista la primera versión completa. Era erronea, desde luego, y la rechazaron, pero tenía menos de treinta mil errores. El triunfo estaba cerca.
Tarde, mucho, mucho más tarde pareció que ya disponían de una copia completa y correcta. Los ángeles la leyeron y les pareció correcta, pero a esas alturas ya estaban bastante cansados y no podían pensar con claridad. Uno de los ángeles notaba que habían pasado algo por alto y volvió a repasar el escrito hasta encontrar el error. Era un verso en El fénix y la tortuga
Toda ave de ala tirana,
Salvo el águila, pluma soberana:
Mantened esta norma observada.
Eso era lo que decía el libro, pero lo que uno de los monos había escrito era casi lo mismo:
Toda ave de ala tiranna,
Salvo el águila, pluma soberanna:
Maldita maquinna, la n está atascada.
Y el ángel lloró.
Pensad sobre ello, y si podeis leed el original.
Si además os sentís ángeles, podeis tener vuestros propios monos mecanógrafos en este enlace.