sábado, febrero 28, 2004

Hoy desperté temprano, de una pesadilla en la que moría en un accidente de avión. He tenido un día de mierda en el trabajo. Llueve a mares y hace un frío que pela.
A mi jefe se le ha ocurrido que tengo que pasar la semana que viene en Madrid asistiendo a un curso en el que ya estuve hace dos años y que no me sirvió para nada.
Llevo todo el día intentando convencerme de que se como separar mi vida del trabajo, y los escasos momentos en que me parece que soy capaz, me doy cuenta de qué sólo me lo parece porque estoy en la cresta de una ola ciclotímica y que lo único que me queda es descender como una bola de nieve imparable hasta el valle de la desesperación.
Noto como me acechan los ataques de ansiedad, pero por suerte, eso sí se controlarlo. Es uno de esos días en los que me gustaría enviarlo todo a la mierda y hacer lo que realmente me gusta. El problema es que no estoy seguro de qué es eso. De cualquier modo, lo único que me da algo de esperanza es pensar que en cualquier momento puede suceder algo bueno. Algo realmente bueno...
Es que en el fondo, soy un optimista.