miércoles, marzo 03, 2004

Hoy he visto, en el jardin del edificio donde tengo el curso, una hilera de orugas de más de un metro de largo. La formaban unas cuentas decenas de bichos, y reptaban por el empedrado como si estuviesen convencidas del lugar al que iban, aunque yo estoy seguro de que se limitaban a seguir a la oruga de cabeza. Algunos de mis codiscípulos comenzaron a hacer aspavientos y a emitir exclamaciones de asco. Mientras yo pensaba en lo mucho que nos parecemos los humanos que todos los días vamos a trabajar como si estuviésemos siguiendo a una oruga que no vemos.