martes, marzo 09, 2004

Juan Diego del Tatuaje Falso nos regala, una vez más, un post genial en el que ataca el tema de las aficiones y la falta de constancia.
Una de las aficiones más típicas, asequibles y extendidas es el coleccionismo. Se puede coleccionar prácticamente cualquier cosa, desde tapones de botellas de gaseosa a coches Bentley de la década de 1920. Evidentemente, los objetos de cada colección tienen sustanciales diferencias, pero el coleccionista, sus deseos y sus manías son los mismos independientemente de la colección.
Durante un tiempo estuve preocupado porque yo jamás he coleccionado nada (salvo algún album de cromos cuando era chico), mientras veía que de todos mis amigos y conocidos, quien más y quien menos colecciona o ha coleccionado algo.
Por ejemplo, mi amiga A (mi compañera de salidas metrosexuales) realiza una curiosa colección: Colecciona colecciones.
Su casa es una exposición permanente de diferentes colecciones: pins, latas de cerveza, tapones de refresco, grabados japoneses, vitolas de puros, libros de arquitectura de Madrid, fotos, recortes de prensa. Seguramente, desde la última vez que la he visto ha aumentado su colección de colecciones.
La cuestión es que siempre me he sentido atraido por las colecciones, pero nunca he ejercido. Como digo, esto llegó a preocuparme. ¿Por qué no iba yo a poder disfrutar de un entretenimiento tan inofensivo como agradable?
He pensado bastante acerca de esto y creo que le he encontrado una explicación.
Nunca empiezo una colección, porque existe una especie de bloqueo mental inconsciente que me lo impide. Pero ¿cuál es el motivo de este bloqueo?
El motivo es que tengo un espíritu coleccionista tan poderoso, que la simple idea de no poder completar la colección me impide comenzarla. Suena absurdo, pero es la realidad. Seguramente habrá alguna explicación psicoanalítica que tenga sus raíces en mi infancia, pero no me siento con ánimos para buscarla.